Atrapados en la jungla: a pie por la selva peruana (3cera parte)

jueves, 27 de diciembre de 2012


Las 4 de la mañana sonaron en el reloj y nos levantamos para empezar otro día de caminata (ver entrada anterior). El “amigo” se adelantó con los muchachos limeños y quedamos en encontrarnos más adelante ¿Haríamos de nuevo 25 kilómetros caminando en la carretera? ¿Esta vez nos atacarían los huelguistas? ¿Nos sorprendería una balacera entre la policía y los cocaleros? ¿Soportaríamos el dolor de las ampollas en los pies? ¿Qué cosas nos pasaría este día? El gringo Jim prefirió dormir un poco más, estaba muy cansado, se despidió dando muestras de cariño, no le volveríamos a ver nunca más. Por la carretera pasaban raudos los mototaxis, alguno llevaba gente, era el momento adecuado para hacer un poco dinero movilizando personas ya que los cocaleros bajaban la guardia en las primeras horas de la mañana y había cierta garantía de que no pasara nada. No tuvimos mucha suerte y no conseguimos a nadie que nos llevará hasta que a eso de las 07 de la mañana un hombre nos llevó en mototaxi y llegamos hasta una parte de la carretera que estaba bloqueada. Menos mal avanzamos unos buenos kilómetros pero la cosa no había cambiado mucho, cada vez que pasábamos por un pueblo sentíamos en el aire la misma tensión como unacorriente eléctrica inevitable; seguíamos viendo los árboles, piedras, llantas quemadas y vidrios rotos como una evidencia de el paso inefable de los huelguistas. ¿Cómo se vería toda esa selva paralizada, tomada por un grupo de rebeldes, desde los helicópteros que volaban sobre nosotros patrullando?

Niño en el camino hacia Aguyatía.
Pasábamos por puebluchos de nombres inverosímiles: Leche y Vinagre, Llanta Blanca, etc. Todo era una especie de peregrinación alucinante, caminantes metidos en medio del ojo del huracán, viajeros que de pronto trataban de salir de una situación a donde habían llegado sin saber cómo.  Lo que se decía por la radio no se condecía con lo que uno veía.El gobierno, aparentemente no había enviado refuerzopolicial alguno ni se daba por enterado; una gran parte de uno de los 20 países más extensos  del mundo estaba a merced de un grupo de huelguistas.

Leche Vinagre, pueblo que encontramos en el camino.



Casi al medio día vimos desde una curva de la carretera la silueta de Aguaytia. El puente que da entrada al pueblo estaba, como imaginábamos, cerrado y bloqueado y mucha gente hablaba alrededor de los piquetes. Cojeando y quejándonos de dolor (sobre todo yo) entramos al puente y nos recogió por fin un mototaxista que nos llevó a un hotel.  El pueblo es grande, lleno de tiendas, que estaban cerradas por temor, y cabinas de internet, pero al estar paralizado parecía un villorrio sin vida y aburrido donde la tensión era aún mayor ya que había una base norteamericana en los alrededores. La Defensoría del pueblo del Perú detectó en julio del 2010, 248 conflictos sociales aquí, pues bien,parecía que todos habían estallado al mismo tiempo. Puede ser que una facción descontenta se levante y anime a otras, con distintas exigencias, a alzarse también, cosa que no debe ser muy difícil de lograr: azuzar el fuego donde las cenizas nunca dejan de estar encendidas.


Consecuencias del paro cocalero. Camino hacia Aguaytía. Pucallpa - Perú.
Frente al hotel había un restaurante y allí fuimos a la hora del almuerzo, buscando relajarnos pero al rato llegó una horda y empezaron a golpear la puerta y a amenazar con entrar y destruir todo sino cerraban el negocio. “¡Nadie trabaja hoy carajo, todos con el paro!” gritaban los matones.El dueño del restaurante salió a defender su negocio y lo empujaron y le dieron algún golpe. Cerraron la puerta del lugar y los huelguistas se fueron a seguir extendiendo la amenaza. Al momento llegaron unos policías cargando unas metralletas preguntando por dónde se había ido la pandilla. Comimos lo que pudimos y salimos a ver el río que estaba cerca al hotel, era lo que nos recomendaban, si nos metíamos por alguna calle del pueblo podíamos tener la mala suerte de encontrarnos con el grupo de revoltosos y…

Desde el malecón del pueblo el paisaje se veía bien, con vistas del río Aguaytia, el puente, que es uno de los más grandes de la selva del Perú, las barcas, la gente bañándose en el río o jugando al vóley en las calles. Todo tan tranquilo, tan ajeno a la violencia que se imponía alrededor. Pensamos que quizás sería una buena idea tomar un bote e irse por unos días a una de las comunidades que están en las orillas del río y quedarse hasta que todo pasara pero aparentemente la cosa no iba a durar un par de días sino unas semanas, como lo comprobamos luego al estar en Lima. Además las pocas canoas que estaban en el río habían ofrecido una solución oportuna a mucha gente que iba de subida a Pucallpa caminando: les ofrecían llevar a la gente por 50 soles río arriba hasta un pueblo cercano a Pucallpa desde donde se podía conseguir movilidad fácil ya que estaba lejos de la zona de la huelga. Muchos subieron y allí los vimos irse, canoas endebles con gente por montones, sin protección contra el sol y sin baños y río arriba: la desesperación por llegar puede más que cualquier cosa. 

Aguaytía. Ucayali - Perú
Aguaytía. Ucayali - Perú.
Aguaytía. Ucayali - Perú
Aguaytía. Ucayali - Perú
En el malecón un hombre nos habló. Estaba de acuerdo con la huelga e indignado con la muerte de sus compañeros: había llegado la policía a erradicar las plantaciones de coca y allí salieron los cocaleros a enfrentarse, la policía disparó y dos huelguistas murieron. Las fuerzas se replegaron y no volvieron y no lo harían… hasta nuevo aviso. ¿Y es tan necesaria la producción de coca para esta gente? Por lo que nos dijeron es más fácil de plantar, es más fácil de vender. ¿Los cultivos alternativos? Bien gracias.
En la noche tuvimos la suerte de encontrar una pollería abierta frente al hotel. Nos miraron primero con sospecha y luego nos dejaron entrar. Al rato alguien pasó por la avenida gritando “¡allí vienen!”. El dueño del restaurante cerró puertas y ventana, enrejó todo y a nosotros se nos fue el hambre. Salimos hacia el hotel no sin mirar hacia arriba y hacia abajo antes de cruzar la calle. No había cocaleros en la costa. A dormir, muy temprano había que intentar salir de allí, mientras los cocaleros durmieran… o al menos eso creíamos nosotros.
Continuará…
Pablo 

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